Si bien es de nuestro interés que
el deporte que nos apasiona siga creciendo de manera adecuada, cada etapa del
futbolista necesita desarrollarse en su escenario correspondiente. Más allá de
la labor que ejecutan por sus propios medios la mayoría
de las escuelas y academias privadas, en favor de las categorías inferiores del
fútbol dominicano, hay una necesidad imperiosa de implementar a nivel
federativo un programa que marche por un sendero acorde a las circunstancias que
actualmente rigen al fútbol formativo, tanto para las categorías masculinas
como femeninas.
Lo ideal y conveniente es trabajar
por etapas, las cuales deben llevarse a cabo siempre con la intención del
beneficio de jugadores y jugadoras, padres, madres, entrenadores, clubes y, en
sí, el propio programa.
Desde los 4 hasta los 6 años toca contagiar a los jugadores, atraerlos al deporte
con el objetivo de mantenerlos activos mediante fundamentos físicos (correr, saltar), técnicos (correr con el balón, pegarle al balón) y mentales (diversión, pasión). Desde los 6 hasta los 8 u 9 años conviene estimular el aprendizaje, pero con
cierta libertad y siempre de una forma divertida; ahora serán otros los fundamentos físicos (agilidad,
balance), técnicos (control del
balón, precisión y dirección en pases), mentales
(consciencia de su alrededor, toma de decisión) y, se agregarán, los conceptos tácticos (situaciones de
juego, cooperación).
Posteriormente, desde los 8 y 9 años hasta 11 y 12 años, la etapa
cúspide para el aprendizaje, es vital transmitir los principios básicos del
juego, identificar un modelo a seguir y establecer disciplina. Los fundamentos físicos estarán enfocados
en la velocidad, la flexibilidad; los técnicos en el repertorio de los movimientos, las habilidades;
los tácticos en las combinaciones simples, toma de decisión y, finalmente, a nivel mental será preponderante el
deseo de jugar, competir, la creatividad,
la disciplina, entre otros.
En la siguiente etapa, hasta los 15 y 16 años, si el interés por el
juego crece y hay un fuerte compromiso, el enfoque pasa a la cantidad de entrenamientos
por semana. Físicamente no sólo se incrementan los métodos de ejercicios sino
que también debe de haber un cuidado de nutrición de por medio, reposo
adecuado, etcétera. A nivel técnico todo es más avanzado por medio de
ejercicios específicos; a nivel táctico también, hay más trabajo en equipo y deberes
más complejos y a nivel mental están los puntos de asimilar lo que es ganar/perder,
rutinas precompetitivas, objetivos corto-mediano plazo y demás.
En lo adelante, hasta los 19 y 20 años, se entra de lleno en esa
edad en la que se juega para competir, ni más ni menos. Se explota al límite
todo: físico, táctico, técnico y mental; desde la concentración, la
responsabilidad, análisis del juego,
estabilidad, balance, hasta el desarrollo continuo de habilidades.
Con este seguimiento luego se
llegará a la tan ansiosamente esperada etapa del jugador élite y mundialista. A partir de aquí se habrá conseguido y
logrado establecer el desempeño buscado, con enfoque y consistencia. Es
importante señalar que en este sendero, no se debe obviar los grupos de
recreación y de discapacidad; no todos gozan de las mismas habilidades, pero
tampoco es razón para desmotivarlos, todos merecen practicar el deporte y
disfrutarlo para llevar una vida sana también.
Bajo esta visión, estos objetivos, cumpliéndolos por
etapa y con capacitación avalada, la primera camada de jugadores y jugadoras desarrollada
localmente (entre 8 y 10 años luego de iniciar el programa), podría empezar a
brillar en competiciones internacionales infantiles y juveniles.
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